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jueves, 23 de diciembre de 2010

A veces la nada lo es todo

Se consume, poco a poco, como el cigarillo de su boca. Ya no tiene ganas de reír aunque tampoco consigue llorar. Sabe que eso es inutil y demasiado fácil. Ya puede evitar sentirse culpable, sólo puede quedarse ahí plantado, sin sentir nada. Para él la "nada" puede representarlo todo, todo lo que nace, todo lo que se acaba. Todo. Y si embargo se llama "nada". Siempre le había parecido un nombre adecuado, pero ahora sus pensamientos están repletos de ironía que le recuerda por qué está allí, en ese bar de mala muerte, fingiendo que toma una copa. Pero él sabe la verdad, no ha bebido una sola gota, sabe que el alcohol no le ayudará esta vez. Mira su vaso y luego a su alrededor. Todos felices, bebiendo y charlando, sin darse cuenta de que la envidia consume al joven que hay junto a la barra. Pero sabe que la envidia desaparecerá, sabe que lo hará. Se perderá en la "nada" junto a los demás sentimientos y recuerdos que antes le ayudaban a seguir. Ahora no hay cuerda que le sujete al escalar la montaña ni mano que lo sostenga si pierde el equilibrio.
Saca un par de billetes arrugados, paga la cuenta y sale del bar. No sabe a donde va, sólo sabe que no le importa. Ya nada encaja, nada es como antes.

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