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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Sentados frente al horizonte

- ¿Sabes por qúe te quiero?-dijo él
-Es normal que me quieras, soy estupenda-dije yo. Levante la cabeza de su hombro y lo miré a los ojos- Pero siento curiosidad.
-Te quiero por eso precisamente, por que siempre sabes que decir en cada momento-contestó él con una sonrisa. Depués me beso en la frente.
-No me digas esas cosas tan bonitas. Me haces desear quedarme aquí para siempre y me tengo que ir a las nueve.-cerré los ojos y disfruté de la suave brisa del mar.
 -Oye, me parece que esto no funciona.-le miré con una pizca de pánico pero al ver su expresión supe que no se refería a nosotros- Al vernos aquí tumbados, abrazados y sin nadie que nos moleste me recuerda lo poco que va a durar esto. Pero también pienso que no se como pude rechazarte alguna vez. Eres maravillosa.
 -No pienses en eso y disfruta. Este instante es demasiado corto como para dejarlo escapar.
 -Lo sé pero no puedo dejar de pensar en que te vas a ir en dos días.¿Por qué tiene que ser verano?
-Y no te olvides de que vivimos en ciudades que estan a cientos de kilómetros-sonreí con tristeza- ¿Sabes qué? El primer verano, cuando me enamoré de tí y tu me rechazaste pensé que podía olvidarte. Pero llegó el siguiente verano y volví como una idiota a tu lado, pero esta vez fue un amor correspondido. Aunque lo que más me extraña es que seguimos siendo los mismos idiotas de aquel día, sentados frente al horizonte, que seguirán enamorándose de nuevo todos los veranos, en el mismo sitio y en la misma playa.
Volví a apoyar la cabeza en su hombro y los dos observamos el sol que, poco a poco, iba desapareciendo.

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